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FRIDA
FRIDA
Todavía no entré
en la casa de Frida Kahlo,
con sus paredes azules
y su portón cerrado.
Era una tarde de fiesta
por Benito Juarez
y por el petróleo protegido
de las ásperas manos del norte.
Era el claro equinoccio
de primavera.
Yo no pude ver
la cocina de temperos
y temperamentos
de Frida Kahlo.
Tampoco pude ver
como se ama a un hombre
que ama lo que sus obras
significan.
No supe como podría
ser un almuerzo com Diego
un dicho profundo
sobre la condición humana.
Los mariachis son austeros
como la casa de Frida Kahlo
Donde la mujer de México
vivió con Diego Rivera.
Pero tienen esos mariachis
la melancolía que supone
la idea misma del amor.
No entré en la casa de Frida
aunque esté abierta
a esos perros humildes
de la fortuna, los turistas
de martes a domingo,
de las diez a las dieciocho
de la tarde.
Era un día de fiesta
por Benito y por el petróleo.
Y yo me consolé
en el lado de afuera de sus vidas.
Estamos siempre en el lado
de afuera de la vida de los outros
y nos detenemos a admirarlos.
No pude ver los andamios
de donde bajó
al negro profundo
de las tintas de la muerte.
Ella, tan acostumbrada
con los matizes serenos
de las acuarelas
y el rigor de la plomada.
Caíste , Diego,
y todos caen un día
del mismo andamio
de ellos mismos.
No entré en la casa de Frida Kahlo,
puesto que la cerraron
en el equinoccio de primavera
y nos dejaron afuera
como a los perros
de una catedral cerrada.
Yo sé que estoy
en el lado de afuera,
pero los perros apenas están
en este lado de afuera.
Es tarde, y ya no necesito entrar
me acostumbré con el calor azul
de los muros y con esta perspectiva
de ver lo que no me es dado a ver.
Invento, pues , la casa de Frida,
¿Y no es eso, acaso, lo que hacen
todos los hombres que inventan,
todo el tiempo, los deseos
que nos adentran?
Cuantos amores tuve
como esta casa
en la que no pude entrar.
He sufrido el peso universal
del deseo, por carnes
que no toqué, por voces
que no he oído, por diálogos
que imaginé.
Lo más de los amores
es inaugurarlos
para que los relojes
no se arrepientan
de marcar las horas
no vividas de la vida.
Me siento adulto
delante de la casa de Frida,
puesto que no soy el que sabe
estar afuera contemplando
la pesada mesa
en la cual Frida y Rivera
desenvainaron sus desayunos.
Lo importante no es entrar
en todas la casas, sino no estar
totalmente afuera de ellas.
Mejor esto que el pobre orfeo,
que no resistió a la tentación
de entrar en la casa de Frida Kahlo,
mismo cuando sus puertas
por supuesto estaban cerradas.
Jorge da Cunha Lima
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